viernes, 28 de marzo de 2008

¿Un cole pequeño? Por Amanda Castells Agustench

Se va la Betsaida. Envueltos en la polémica y la gestión de lo que ocurrirá con los más de cien niños y niñas afectadas por el cierre, yo sólo tengo espacio para la nostalgia. Y como yo, muchos.
No tengo del todo claros los motivos del cierre. No se si ha dejado de ser un negocio rentable, si el alquiler del terreno es o no asumible por sus actuales gestores, si se deben hacer obras de mejora y acondicionamiento y éstas no son posibles, pero tampoco pretendo hablar de ello.

En un mundo que avanza tan rápido que los que todavía no tenemos treinta nos sentimos nostálgicos de un modo de crecer que ya no se estila, desaparece la que ha sido para muchos, más que una escuela. Algo parecido a una familia educativa, a un gran hogar. Probablemente no gozamos de las mejores instalaciones, es posible que no contáramos con un nivel académico exquisito, ni con todos los recursos posibles, pero en la Betsaida algo que el actual modelo educativo necesita como el aire, como es la educación en valores, estaba a la orden del día. Y sin la necesidad de asignaturas transversales, de programas específicos, de renovaciones educativas constantes. No era necesario. El sacrificio, el esfuerzo, la humildad, la ilusión, el entusiasmo, las ganas de compartir, los juegos... todo ello estaba impregnaba el espíritu de la escuela. Porque a falta de espacio, de grandes patios, de perfectos gimnasios... la Betsaida tenía espíritu. Tenía personalidad.

No vamos a olvidar las obras de teatro preparadas con ahínco, los festivales de verano en el patio dirigidos por el profe Tino mientras los padres y las madres se agolpaban en la valla para poder vernos, las rúas de Carnaval, la cena de octavo, los viajes a Ibiza... las clases, las peleas, los deberes, las travesuras que nos costaban más de un patio encerrados en clase, el recitar las preposiciones del tirón bajo la mirada atenta de la Pilar... Hay tantos y tantos momentos, hay tantos recuerdos compartidos que con el fin del colegio se van a ir aun un poco más lejos.

Con la Betsaida se va esa infancia que no necesitaba de miles de videojuegos, ese recuerdo de cuando podíamos jugar en la calle, cuando los profesores aun se hacían respetar, cuando podíamos ser más de 25 en clase, cuando ser niño era ensuciarse, corretear sin sentido, imaginarse cualquier cosa en un patio donde todo se podía convertir en realidad. No es una infancia tan lejana. Pero el mundo corre, corre demasiado. Tanto que ya no hay lugar para escuelas con espíritu. Ahora deben tener no se cuantos metros cuadrados, ascensores y no se que instalaciones más. Nadie se pregunta por si tienen espíritu. Ya no importa. En un mundo que cada vez se deshumaniza más vamos a perder una escuela donde ante todo se velaba por formar personas. Por dotarlas de inquietudes, de pequeñas semillas de vida que hemos ido aprovechando todos estos años, por alimentar sueños, por ser la base en la que hemos crecido. Una base que nos decía que era importante saber el nombre de todos quienes nos cruzábamos por las escaleras, que nos enseñaba tanto a ser amigos entre nosotros, que a día de hoy, 15 años después de nuestra última clase, muchos todavía lo somos. Una base educativa que se transmitía a base de la confianza, de la relación personal, de la paciencia y el trabajo de unos pocos profesores, a los que a día de hoy, aprovecho para agradecer tanta y tanta paciencia, y tanta profesionalidad. Y no es un agradecimiento personal, ya que soy consciente que puedo hablar en nombre de varios al decir que el modelo educativo de la Betsaida nos ha llevado a sentirnos felices con nosotros mismos. Y eso, hoy en día, intuyo que no es sencillo.

Así que gracias. Gracias Tino, Pilar, Teresa, Fátima y tantos que me dejo. Gracias a compañeros, amigos, hermanos de infancia. Se va la Betsaida, pero esperamos que lo que la llama de lo que nos transmitía continúe siempre con nosotros, que algún día se la podamos transmitir a nuestros hijos, aunque estemos obligados a llevarlos a un colegio con ascensores, y mega-patios y súper-gimnasios y muchas líneas por curso. A colegios sin espíritu.

Blog de Amanda

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